mmmmm...

La primera vez que dormimos juntos le dije que no se preocupara, que solo quería dormir un rato y que me portaría como un caballero.

De eso ya han pasado mas de tres años y seguimos durmiendo y despertando juntos, abrazados en el amor que llegó de visita una noche de verano para quedarse instalado en nuestra cama.

Aquel verano decidí que tenia que salir de mí mismo, de mi entorno y de mis conocidos, para aprender a vivir nuevamente. Quizás fue la mejor decisión que he tomado.

Salir de lo cotidiano para sorprenderme nuevamente.

Y la vida se portó bien conmigo, me reí, me sorprendí, tuve buen sexo y me enamoré otra vez.

Porque si hay algo que he aprendido es que siempre hay una nueva oportunidad, un nuevo camino que nos espera a la vuelta de la esquina, y aun cuando a veces esa nueva ruta te puede llevar directo al infierno, a veces también te puede trasladar al cielo.

A un cielo donde los angelitos, como ella, se te acercan con el corazón en la mano y te lo ofrecen para que lo mires, lo huelas, lo acaricies, lo ames y lo hagas tuyo.

Un corazón chorreando de amor por todos lados, como un helado bañado en chocolate que se deshace en mi boca, dejándome lleno
de lo suave
de lo dulce
de lo tierno
de lo amable
de la vida que corre por sus venas.

Pero una vez recuperado y vivo nuevamente, el destino me ha puesto en el camino una tarea: aprender a amar.

Aprender a vivir con el amor profundo y sincero mas que con la pasión y la adrenalina del primer beso.

Aprender de ella sus detalles, sus inclinaciones, sus inflexiones de la voz que me avisan que esta ahí, viva, fuerte, amándome.

Aprender a gozar del silencio que se rompe con el ritmo de su respiración, con la cadencia de sus pasos, con la textura de su piel al roce de mis dedos que la buscan aquí, pegada a mí.

Las lecciones las estoy tomando día a día, con la intensidad del que quiere ser el mejor alumno de su clase.